sábado, 24 de febrero de 2018

ANESTESIADOS


Anestesiados. Así es como estamos. Ponemos la tele y vemos el enésimo bombardeo en Siria, con imágenes de cuerpos ensangrentados y casas derruidas; el último atentado en Somalia en el que han muerto decenas de niños. DECENAS DE NIÑOS. Y nosotros, como si nada. No sentimos nada. Niños, mujeres y hombres que también mueren en el mar cada día en su intento por encontrar una vida mejor. Por la radio, dicen que la mujer asesinada en Zaragoza por su exmarido es la nº 37 de este año. Y nosotros, nada. Una más, pensamos. O una menos.

Cambiamos de canal para ver y oír el caso de corrupción nº 2784, pero no sentimos nada. La rabia e indignación que sentimos seguramente la primera vez se han transformado en desidia e indiferencia. Hemos dejado de sentir. Han ganado ellos.

En el periódico leemos la noticia del último tiroteo en EEUU, esta vez en un colegio, en el que han muerto más de 20 niños. Otro más, pensamos. Y no sentimos nada.

Por la calle hay gente pidiendo limosna en cada esquina, en el metro y en el tren, pero nosotros como si nada. Son tantos que ni los notamos. Lo mismo pasa con los sintecho: decenas de ellos mueren de frío cada invierno, y nosotros, impasibles. “Con este frío, era de esperar”, nos decimos. Como si no fuera con nosotros.

La tasa de paro, la violencia de género, la pobreza energética, los atentados terroristas, el maltrato animal…Las desgracias nos abordan, y nos desbordan, día tras día. Imposible digerir tanto dolor, tanta rabia y tanta tristeza. Preferimos mirar hacia otro lado, no darnos por aludidos, hacer ver que no lo vemos.

Y elegimos no sentir. Pura supervivencia.

Pero ojo, que un día de estos vamos a dejar de ver y de mirar.
De oír y de escuchar.
De reír y de llorar.

Y de respirar.

Y no lo habremos elegido.


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